Esta nota me parece excelente y quiero
compartirla. En la actualidad, es sumamente necesario recordar y tener
conciencia de todos los resortes y recurso s de lo que disponemos para
sentirnos mejor y cuidar la salud tanto emocional, psíquica, como la física.
Numerosos estudios, señalan que la congruencia de estos dos ejes, cuerpo y
mente, es fundamental para una salud coherente. Quiere decir, para ser
consistente entre lo que pensamos, sentimos, hacemos y expresamos.
Los invito a leer y a reflexionar sobre lo que
propone el autor, para mejorar nuestra calidad de vida.
¿Qué es salud
emocional?
Las personas que tienen una buena salud emocional son
aquellas
que mantienen una armonía entre lo que piensan, lo que
sienten
y lo que hacen. Son personas quese sienten bien consigo mismas y
que establecen
relaciones positivas con su entorno. Esta capacidad relacional
para entablar y mantener buenos vínculos con los demás es de
suma importancia para determinar el grado de
salud psíquica del que goza
alguien. De hecho, para el psicólogo Abraham
Maslow,
uno de los fundadores
de la
corriente humanista, “la persona psicologicamente enferma es aquella
que nunca ha
tenido suficientes buenas relaciones con los otros”.
Una buena salud emocional se manifiesta en que la persona
no se deja arrebatar por sus emociones, esas
respuestas psicofisiológicas
a ciertos
estímulos que, una vez elaboradas, se convierten en sentimientos.
Por tanto,
las emociones vienen a ser como descargas que acontecen en un
breve
espacio de tiempo y que van a dar lugar a los sentimientos, en cuya elaboración
ya entran otros ingredientes como la voluntad, el perdón,
la experiencia, etc. de la persona para
atemperar esa primera reacción psicofisiológica. Por tanto, las personas
emocionalmente sanas no pierden
el control sobre sus sentimientos,
pensamientos y comportamientos.
Cuando las
emociones negativas (ira, rabia, etc.) son muy intensas y nos
que a su vez
afectan a nuestros pensamientos y nuestros comportamientos.
Es decir, que
estas emociones tan impetuosas terminan tiñendo toda
nuestra visión
del mundo y nuestra forma de estar en él.
Además, nuestro cuerpo reacciona según la forma de sentir,
pensar y actuar de cada uno de nosotros. Por
ejemplo, supongamos
que tenemos un problema laboral o afectivo por
el que nos sentimos
muy
estresados, ansiosos, enfadados o tristes. Si estos sentimientos
se
intensifican excesivamente y se prolongan mucho en el tiempo, es muy
probable que
nuestro cuerpo reaccione y genere lo que se denomina
“la respuesta al estrés”. Así, la aparición de
un herpes labial, jaquecas,
una presión
arterial elevada o una úlcera estomacal es, con frecuencia,
la consecuencia de la vivencia de un fuerte
estrés. Esto se explica por
la íntima conexión que existe entre el cuerpo
y la mente.
Las
emociones afectan a nuestra salud
física
por ejemplo
la muerte de un ser querido, nuestro sistema inmunológico
se debilita y disminuyen nuestras defensas por lo que
es más fácil
que seamos
más propensos a padecer gripes, catarros, enfermedades
infecciosas,
etc. Asimismo, nuestro sistema cardiovascular se
encuentra afectado por un aumento de la presión arterial, lo que
puede
traducirse en que incrementemos nuestro riesgo de padecer una
dolencia
coronaria. Igualmente, a causa de nuestros problemas emocionales,
nuestro sistema gastrointestinal va a segregar más ácidos
gástricos,
lo que es probable
que derive en problemas digestivos que, si se cronifican,
pueden terminar en reflujo, gastritis, úlcera, etc.
Por otra
parte, las emociones también están íntimamente relacionadas
con nuestro
estilo de vida. Continuando con el ejemplo anterior,
cuando estamos inmersos en una situación en la que nos
sentimos muy
estresados (un divorcio, un despido, etc.)
es muy frecuente que incurramos en hábitos no saludables.
Por ejemplo,
el nerviosismo nos puede llevar a fumar más cigarrillos,
darnos
atracones de comida o consumir más bebidas alcohólicas para
calmar la ansiedad, dejar de hacer ejercicio
físico con regularidad
porque no
tenemos ganas, tomar más tazas de café de lo que es
aconsejable,
etc. Estos malos hábitos, junto con otros factores
que
acompañan al estrés como el insomnio y una alimentación
desequilibrada,
terminan también por hacer mella en
nuestra
salud física.
Salud
emocional y resiliencia
La salud
emocional tiene que ver con la capacidad de la persona para
sobreponerse a las adversidades
desestabilizadoras de la vida y para
resistir a las presiones cotidianas. Según han
constatado diversos estudios
psicológicos,
No es lo que
nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa lo que marca
la diferencia. Así, personas que han sufrido
acontecimientos estresantes
similares
reaccionan de manera muy distinta. Mientras unas personas se
sienten
dominadas por las emociones negativas, otras logran controlarlas e,
incluso en las
situaciones adversas, consiguen salir reforzadas, con más
confianza en sí
mismas.
¿Cómo
mejorar nuestra salud
emocional?
# 1.- Reconocer las emociones
Lo primero es
reconocer lo que sentimos y comprender por qué lo sentimos.
Descifrar las
causas de nuestra tristeza o nuestra ira es imprescindible para
que luego podamos gestionar de manera adecuada
lo que condiciona
nuestro estado de ánimo.
# 2.- No reprimir nuestros sentimientos
Si, por
ejemplo, sentimos celos, no es buena idea ocultarlo y hacer
cómo si eso no
fuera con nosotros. Tarde o temprano este sentimiento
saldrá a la
luz, quizás en el momento más inoportuno; y si ha estado reprimido,
es probable que
muestre su cara con una virulencia desproporcionada.
Si nos sentimos
estresados o con ansiedad y lo ocultamos en nuestro
interior sin
compartirlo con nadie, nos puede hacer sentir mucho peor.
Es
mejor compartir nuestras preocupaciones con una persona que sepa escuchar, con alguien de confianza.
Si no
contamos con un oído amigo con el que sincerarnos, siempre existe el
recurso de
acudir a la ayuda de un profesional. En cualquier caso, nunca
se deben dejar pudrir los sentimientos en nuestro
interior,
porque eso termina afectando a nuestra salud mental y a
nuestra salud
física.
# 3.- Aprender a expresar los sentimientos
de manera adecuada
Si algunas
actitudes de nuestros seres queridos nos están haciendo sentir mal,
lo lógico es hacérselo saber a estas personas
cercanas, pero de manera adecuada.
Esto significa que debemos ser asertivos, debemos
dejarnos de rodeos y
expresar cómo nos sentimos y qué es lo que nos
molesta, pero nunca ser agresivos
con la otra
persona, porque entonces se imposibilita cualquier posibilidad
de diálogo.
# 4.- Relativizar los problemas
Nunca merece la pena sufrir por los pequeños
contratiempos de
la vida cotidiana como
pueden ser los atascos de tráfico. Asimismo tampoco
merece la pena discutir por los temas que
suelen generar enfrentamientos:
política,
fútbol…
Pero,
incluso, los problemas de verdad tampoco hay
que
sobredimensionarlos.
Hay que
darles el valor que tienen, pero salvo contadas excepciones no deberían
anular nuestra vida. Por ejemplo, uno no
debería obsesionarse con los
problemas
laborales. Nuestra vida no es solo el trabajo. Aunque se trate
de un ámbito
importante, no es el único. Tenemos otros ámbitos como
la familia,
los amigos, nuestras aficiones, que igualmente tenemos que
cuidar y
disfrutar.
Aunque
existan problemas en algún ámbito de nuestra vida,
también tenemos que aprender a enfocarnos en las cosas
positivas que tenemos. Siempre
veremos la botella medio vacía si nos
dejamos tomar por los sentimientos negativos,
pero seremos más felices
si nos
acostumbramos a verla medio llena.
# 5.- Centrarse en las soluciones
Los
problemas forman parte de la vida, de cualquier persona; pero también la
búsqueda de
soluciones. Superar las dificultades está
estrechamente
vinculado con
nuestro desarrollo y crecimiento como persona.
Para resolver los problemas lo mejor es
adoptar una actitud pro-activa,
lo que
significa tomar la iniciativa y actuar de manera creativa confiando
en nosotros
mismos. En este sentido, la salud emocional está relacionada
de manera muy directa con el optimismo, la
autoestima y la capacidad
de encontrar
soluciones imaginativas a los problemas.
# 6.- Potenciar las relaciones positivas
Cuando
los problemas se comparten, ‘pesan’ mucho menos.
Por
ello, resulta muy beneficioso para la persona cultivar las relaciones
sociales
y familiares. Siempre es más fácil resistir frente a
la adversidad cuando formamos parte de una red
tejida con vínculos afectivos que sipermanecemos aislados.
# 7.- Mantener una vida equilibrada
Para tener
una buena salud emocional es importante alimentarse
de manera
saludable, mantener
hábitos de descanso adecuados
y realizar ejercicio de forma regular.
La práctica
habitual del deporte genera endorfinas, las “hormonas de la felicidad”,
y alivia las tensiones acumuladas. Además, si
se trata de un deporte colectivo,
su práctica
puede ser una excelente escuela de convivencia y estrecha las
relaciones
humanas con los miembros de tu equipo.
Para que una
alimentación sea equilibrada y sana es necesario que sea
variada y
ligera. Deberemos, por tanto, evitar las comidas pesadas y comer en exceso,
así como el abuso de las bebidas alcohólicas.
Para descansar
de manera adecuada, necesitamos habituarnos a irnos a
acostar a una
hora determinada para dormir los suficiente, no ver
programas
televisivos que nos causen tensión poco antes de irnos a
acostar y no
excedernos con las bebidas excitantes ni con el alcohol.
# 8.- Aprender a relajarse
La buena
salud emocional se pone de manifiesto por la capacidad
para
afrontar la vida con tranquilidad. Es necesario aprender a relajarse.
En esto nos
pueden ayudar la práctica de disciplinas como el
yoga,
la natación, la meditación zen… Es
importante apoyarnos en alguna de estas
actividades para equilibrar nuestro cuerpo, calmar nuestra
mente y manejar
nuestras emociones.
En
definitiva, el buen cuidado de la salud emocional
está vinculado
la confianza
en uno mismo, con la capacidad de establecer y mantener
relaciones
positivas y duraderas con los demás, con las ganas por
estar siempre dispuesto a aprender, con la flexibilidad
mental para adaptarse a los cambios, con el optimismo
y la tendencia a saber valorar lo que uno tiene y con
conservar
las ganas de reír y disfrutar de la vida a pesar de todas las adversidades.
FERNANDO
ALBERCA VICENTE
Orientador y periodista
Orientador y periodista
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