domingo, 24 de abril de 2016

LA SALUD EMOCIONAL PARA EL SIGLO XXI

Esta nota me parece excelente y quiero compartirla. En la actualidad, es sumamente necesario recordar y tener conciencia de todos los resortes y recurso s de lo que disponemos para sentirnos mejor y cuidar la salud tanto emocional, psíquica, como la física. Numerosos estudios, señalan que la congruencia de estos dos ejes, cuerpo y mente,  es fundamental para una salud coherente. Quiere decir, para ser consistente entre lo que pensamos, sentimos, hacemos y expresamos.
Los invito a leer y a reflexionar sobre lo que propone el autor, para mejorar nuestra calidad de vida.
¿Qué es salud emocional?
Las personas que tienen una buena salud emocional son aquellas
que mantienen una armonía entre lo que piensan, lo que sienten
y lo que hacen. Son personas quese sienten bien consigo mismas y
 que establecen relaciones positivas con su entorno. Esta capacidad relacional para entablar y mantener buenos vínculos con los demás es de
 suma importancia para determinar el grado de salud psíquica del que goza
 alguien. De hecho, para el psicólogo Abraham Maslow, uno de los fundadores
de la corriente humanista, “la persona psicologicamente enferma es aquella
que nunca ha tenido suficientes buenas relaciones con los otros”.
Una buena salud emocional se manifiesta en que la persona
no se deja arrebatar por sus emociones, esas respuestas psicofisiológicas
a ciertos estímulos que, una vez elaboradas, se convierten en sentimientos.
Por tanto, las emociones vienen a ser como descargas que acontecen en un
breve espacio de tiempo y que van a dar lugar a los sentimientos, en cuya elaboración ya entran otros ingredientes como la voluntad, el perdón,
 la experiencia, etc. de la persona para atemperar esa primera reacción psicofisiológica. Por tanto, las personas emocionalmente sanas no pierden
 el control sobre sus sentimientos, pensamientos y comportamientos.
Cuando las emociones negativas (ira, rabia, etc.) son muy intensas y nos
 abruman, pueden provocar fuertes sentimientos de odio, tristeza, ansiedad,
que a su vez afectan a nuestros pensamientos y nuestros comportamientos.
Es decir, que estas emociones tan impetuosas terminan tiñendo toda
nuestra visión del mundo y nuestra forma de estar en él.
Además, nuestro cuerpo reacciona según la forma de sentir,
pensar y actuar de cada uno de nosotros. Por ejemplo, supongamos
 que tenemos un problema laboral o afectivo por el que nos sentimos
muy estresados, ansiosos, enfadados o tristes. Si estos sentimientos
se intensifican excesivamente y se prolongan mucho en el tiempo, es muy
probable que nuestro cuerpo reaccione y genere lo que se denomina
 “la respuesta al estrés”. Así, la aparición de un herpes labial, jaquecas,
una presión arterial elevada o una úlcera estomacal es, con frecuencia,
 la consecuencia de la vivencia de un fuerte estrés. Esto se explica por
 la íntima conexión que existe entre el cuerpo y la mente.
Las emociones afectan a nuestra salud
física
por ejemplo la muerte de un ser querido, nuestro sistema inmunológico
se debilita y disminuyen nuestras defensas por lo que es más fácil
que seamos más propensos a padecer gripes, catarros, enfermedades
infecciosas, etc. Asimismo, nuestro sistema cardiovascular se
encuentra afectado por un aumento de la presión arterial, lo que
puede traducirse en que incrementemos nuestro riesgo de padecer una
dolencia coronaria. Igualmente, a causa de nuestros problemas emocionales, 
nuestro sistema gastrointestinal va a segregar más ácidos gástricos,
 lo que es probable que derive en problemas digestivos que, si se cronifican, pueden terminar en reflujo, gastritis, úlcera, etc.
Por otra parte, las emociones también están íntimamente relacionadas
con nuestro estilo de vida. Continuando con el ejemplo anterior, 
cuando estamos inmersos en una situación en la que nos
 sentimos muy estresados (un divorcio, un despido, etc.)
es muy frecuente que incurramos en hábitos no saludables.
Por ejemplo, el nerviosismo nos puede llevar a fumar más cigarrillos,
darnos atracones de comida o consumir más bebidas alcohólicas para
 calmar la ansiedad, dejar de hacer ejercicio físico con regularidad
porque no tenemos ganas, tomar más tazas de café de lo que es
aconsejable, etc. Estos malos hábitos, junto con otros factores
que acompañan al estrés como el insomnio y una alimentación
desequilibrada, terminan también por hacer mella en
nuestra salud física.
Salud emocional y resiliencia
La salud emocional tiene que ver con la capacidad de la persona para
 sobreponerse a las adversidades desestabilizadoras de la vida y para
 resistir a las presiones cotidianas. Según han constatado diversos estudios
 psicológicos,
No es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa lo que marca
la  diferencia. Así, personas que han sufrido acontecimientos estresantes
similares reaccionan de manera muy distinta. Mientras unas personas se
sienten dominadas por las emociones negativas, otras logran controlarlas e,
incluso en las situaciones adversas, consiguen salir reforzadas, con más
confianza en sí mismas.
¿Cómo mejorar nuestra salud
emocional?
# 1.- Reconocer las emociones
Lo primero es reconocer lo que sentimos y comprender por qué lo sentimos.
Descifrar las causas de nuestra tristeza o nuestra ira es imprescindible para
 que luego podamos gestionar de manera adecuada lo que condiciona
 nuestro estado de ánimo.
# 2.- No reprimir nuestros sentimientos
Si, por ejemplo, sentimos celos, no es buena idea ocultarlo y hacer
cómo si eso no fuera con nosotros. Tarde o temprano este sentimiento
saldrá a la luz, quizás en el momento más inoportuno; y si ha estado reprimido,
es probable que muestre su cara con una virulencia desproporcionada.
Si nos sentimos estresados o con ansiedad y lo ocultamos en nuestro
interior sin compartirlo con nadie, nos puede hacer sentir mucho peor.
Si no contamos con un oído amigo con el que sincerarnos, siempre existe el
recurso de acudir a la ayuda de un profesional. En cualquier caso, nunca
se deben dejar pudrir los sentimientos en nuestro interior,
porque eso termina afectando a nuestra salud mental y a
 nuestra salud física.
# 3.- Aprender a expresar los sentimientos
de manera adecuada
Si algunas actitudes de nuestros seres queridos nos están haciendo sentir mal,
 lo lógico es hacérselo saber a estas personas cercanas, pero de manera adecuada.
 Esto significa que debemos ser asertivos, debemos dejarnos de rodeos y
 expresar cómo nos sentimos y qué es lo que nos molesta, pero nunca ser agresivos 
con la otra persona, porque entonces se imposibilita cualquier posibilidad
de diálogo.
# 4.- Relativizar los problemas
Nunca merece la pena sufrir por los pequeños contratiempos de
la vida cotidiana como pueden ser los atascos de tráfico. Asimismo tampoco
 merece la pena discutir por los temas que suelen generar enfrentamientos:
política, fútbol…
Pero, incluso, los problemas de verdad tampoco hay que     
 sobredimensionarlos.
Hay que darles el valor que tienen, pero salvo contadas excepciones no deberían
 anular nuestra vida. Por ejemplo, uno no debería obsesionarse con los
problemas laborales. Nuestra vida no es solo el trabajo. Aunque se trate
de un ámbito importante, no es el único. Tenemos otros ámbitos como
la familia, los amigos, nuestras aficiones, que igualmente tenemos que
cuidar y disfrutar.
Aunque existan problemas en algún ámbito de nuestra vida, 
también tenemos que aprender a enfocarnos en las cosas
positivas que tenemos. Siempre veremos la botella medio vacía si nos
 dejamos tomar por los sentimientos negativos, pero seremos más felices                                             
si nos acostumbramos a verla medio llena.
# 5.- Centrarse en las soluciones
Los problemas forman parte de la vida, de cualquier persona; pero también la
búsqueda de soluciones. Superar las dificultades está estrechamente
 vinculado con nuestro desarrollo y crecimiento como persona.
 Para resolver los problemas lo mejor es adoptar una actitud pro-activa,
lo que significa tomar la iniciativa y actuar de manera creativa confiando
en nosotros mismos. En este sentido, la salud emocional está relacionada
 de manera muy directa con el optimismo, la autoestima y la capacidad
de encontrar soluciones imaginativas a los problemas.
# 6.- Potenciar las relaciones positivas
Cuando los problemas se comparten, ‘pesan’ mucho menos.

Por ello, resulta muy beneficioso para la persona cultivar las relaciones
                                                   

sociales y familiares. Siempre es más fácil resistir frente a

la adversidad cuando formamos parte de una red

tejida con vínculos afectivos que sipermanecemos aislados.
# 7.- Mantener una vida equilibrada
Para tener una buena salud emocional es importante alimentarse
 y realizar ejercicio de forma regular.
La práctica habitual del deporte genera endorfinas, las “hormonas de la felicidad”,
 y alivia las tensiones acumuladas. Además, si se trata de un deporte colectivo,
su práctica puede ser una excelente escuela de convivencia y estrecha las
relaciones humanas con los miembros de tu equipo.
Para que una alimentación sea equilibrada y sana es necesario que sea
variada y ligera. Deberemos, por tanto, evitar las comidas pesadas y comer en exceso,
 así como el abuso de las bebidas alcohólicas.
Para descansar de manera adecuada, necesitamos habituarnos a irnos a
acostar a una hora determinada para dormir los suficiente, no ver
programas televisivos que nos causen tensión poco antes de irnos a
acostar y no excedernos con las bebidas excitantes ni con el alcohol.
# 8.- Aprender a relajarse
La buena salud emocional se pone de manifiesto por la capacidad
para afrontar la vida con tranquilidad. Es necesario aprender a relajarse.
En esto nos pueden ayudar la práctica de disciplinas como el yoga,
la natación, la meditación zen… Es importante apoyarnos en alguna de estas
actividades para equilibrar nuestro cuerpo, calmar nuestra
 mente y manejar nuestras emociones.
En definitiva, el buen cuidado de la salud emocional está vinculado 
de manera directa con el desarrollo de una sana autoestima y de
la confianza en uno mismo, con la capacidad de establecer y mantener
relaciones positivas y duraderas con los demás, con las ganas por
estar siempre dispuesto a aprender, con la flexibilidad
mental para adaptarse a los cambios, con el optimismo
y la tendencia a saber valorar lo que uno tiene y con
conservar las ganas de reír y disfrutar de la vida a pesar de todas las adversidades.
FERNANDO ALBERCA VICENTE
Orientador y periodista


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