Decir que NO, genera culpa y temor. Las personas tienen grandes dificultades para poner límites y reconocer los propios, aunque alguien haya iluminado alguna vez el escenario haciendo notar que el límite es contenedor y preserva al Ser de tanta exposición superflua; lo preservaría aún más de un egoísmo individualista que impide el crecimiento espiritual. El NO, sería un gran aliado de la flexibilidad, que actuaría como barrera para no ejercer una exigencia desmedida, que en muchos casos termina con la buena salud física, mental y emocional de las personas que se vuelven cortas para consigo mismas y para con los demás. Es decir que ante la ausencia del NO amoroso y respetuoso, aflora la mezquindad, la crueldad y el egoísmo.
Estamos llamados a la competencia a destajo, mediante el engaño, de modo que nada nos detiene. No hay un NO que nos ponga en un camino de pensamiento sensato. Si se dice que sí a todo, el resultado es desastroso, dañino y bastante perverso.
Se nos llena la agenda, la cabeza, el tiempo y el disfrute es una anécdota. Si se instaura solamente el SÍ indiscriminado, caemos en un vacío sin límites que termina por agotarnos hasta consumirnos ferozmente todas nuestras energías con bastante crueldad.¿Cuál es la dificultad de decir NO? Creo que es el temor a que nos dejen de lado, a que nos miren como a locos o como a gente libre que sabe ser libre y se respeta en la dimensión que ocupa. Seríamos más virtuosos y mucho más humanos si pudiésemos articular el NO adecuadamente. El NO amoroso es el que invoco, para poder empatizar con otro y entenderlo. Para acompañarlo sin juzgarlo. Cada uno de nosotros puede penetrar en otro mundo, el del prójimo amén del nuestro, pero jamás podremos aferrarnos a otro o sujetarlo, de manera que decir que NO, es una buena fuente de inspiración para estar saludables. Si yo sé que no sé, si puedo entender que el otro juega su identidad con la mía, pero que no somos iguales, puedo intentar un crecimiento y un aprendizaje hacia la empatía y la solidaridad.
Pero si como está en boga digo que sí a cualquier cosa, y entonces ahora aquél que está mal me intoxica, por esta moda de hablar de gente tóxica, no sólo dejo de ser solidario, misericordioso y comprensivo, sino que ingreso a un mundo de engaños que pretende hacer creer que todo está bien y que las dificultades son "bajones" en lugar de ascensos al aprendizaje. El egoísmo absoluto en su máxima expresión es el que puede calificar al prójimo como tóxico. Me parece que cabe la pregunta, cuánto se y comprendo sobre el otro, para condenarlo a una estepa de frialdad e indiferencia?
Pero el No que se calla, sigue su camino y en algún momento hará sentir su necesidad. Los límites son sanos. Son necesarios. Sería bueno hacer un ejercicio de introspección y ver que estamos aptos y en perfectas condiciones para ejercer nuestro NO, y que lejos de causarnos una enfermedad, posiblemente nos devolvería buena parte de salud y de las ganas de vivir.
El NO ordena, y trae calma. El sí irrefrenable lleva al individuo y a las sociedades a precipitarse en un camino impiadoso, en donde todo vale. Porque la cultura dice que "sos piola y tenés buena onda" si te sumás al juego de todos los sí que permiten la miseria y que corrompen al individuo.
Muchas veces para cuando por fin se está dispuesto a parar a poner el NO en su lugar, es tarde y el grado de saturación al que se ha llevado al Ser, es extremo. El NO es amoroso protector y tiende al equilibrio.
¿Se puede evitar que el vaso rebalse? ¿Se puede aprender a decir “basta” a tiempo? ¿Cómo?
En su libro “Decir Basta”, la reconocida psicóloga Clara Coria asegura que muchas mujeres recién logran expresar sus enojos cuando ya están hartas de soportar una situación indeseada y deciden patear el tablero, actitud que a esa altura suele tener costos muy altos.
Se teme más al que nos dejen de lado que al sometimiento. Aceptar con sí y solamente sí, no evita el temor a sentirse no querido, en el fondo lo incrementa.
Se trata de “poner límites” tanto para las relaciones familiares, como para las laborales o las que tenemos con los amigos.
Se trata de “poner límites” tanto para las relaciones familiares, como para las laborales o las que tenemos con los amigos.
Hay que hablar, explicar, animarse a decir “no me gusta”; o “no quiero”; o “no estoy de acuerdo”; o “no puedo ”, "no me sale" o "me hace sentir mal".
Consecuentemente, acompañar lo expresado con un actuar en el mismo sentido. De nada sirve anunciar que dejaremos o empezaremos a hacer algo, si no empezamos o dejamos de hacerlo. Si no nos corremos del lugar habitual. Puede ser que a otras personas, algunos de nuestros NO, les caigan mal o los entiendan de manera equívoca, lo mismo que nos puede pasar a nosotros. En tal caso, hablemos, conversemos, demos a conocer las ideas y tratemos de entender las ideas de los demás, sin agresividad ni violencia, pero pudiendo estar en desacuerdo. Mostrar las diferencias no nos va a dejar de hacer pertenecer a donde querramos pertenecer libremente, amorosamente, respetándonos a nosotros mismos.
La participación hace a los cambios. Aprender a decir NO, nos ayuda a quejarnos menos, a frustrarse menos y a poder ser más solidarios. Asomarse al mundo verdaderamente humano en donde sí y no conviven en armonía.
¿Qué estamos dispuestos a hacer para que TODOS, tengamos más conciencia espiritual y social?
A veces una sonrisa y el silencio son muy buenos compañeros de un NO.
Cynthia Grinfeld
Coach Profesional
Estoy muy contenta de haber encontrado tu blog, es verdaderamente muy lindo lo que escribes. Estare pasando por aquí seguido.
ResponderEliminarNo dejes de escribir!!!!
Saludos